Dejo aquí algunos fragmentos sobre la siempre difícil relación entre ilustración y texto de Pascal Quignard entresacados por Vicente Duque. Creo que aportan un punto de vista muy interesante para "re-pensar" críticamente nuestra forma de abordar las ilustraciones de textos.
Fragmentos de cuentos, indicios de narraciones, restos de partituras. Los Pequeños tratados (Sexto Piso, 2016) de Pascal Quignard
Tratado VII
Sobre las relaciones que el texto y la imagen no mantienen
No hay vínculo entre el texto y la imagen, más que la imagen del texto mismo. La escritura —como todo modo de expresión— busca lo que no puede transponerse, y los signos que están ahí tienen como función suplir el objeto que han dejado de mostrar y que ha desaparecido. Lo propio de los signos escritos es no mostrar lo que designan; significan; reinan en lo que no puede mostrarse.
Toda imagen debe ser proscrita en los libros que se abren y en la lectura de los cuales uno se sumerge —salvo la de lo escrito mismo— por la sencilla razón de que sustituiría a la letra que se ha esforzado en suplir su defecto. Es 1. contradictorio, 2. vano pedirle al signo que se transporte al objeto al que se refiere, porque la significación es ese transporte mismo; consecuentemente, es pedirle al signo que se repudie como signo; es obligar al signo a su muerte. La imagen corta la hierba bajo el pie que es el lenguaje. Mostrar lo escrito como espectáculo: si aparece, se aniquila; empieza a ser visible; deja de ser legible; es un pez que revienta en el aire y la luz sin un grito. Retomando el verbo que usaba Gustave Flaubert, la ilustración «mata» las palabras, en tanto pretende recuperar lo que estas habían abstraído de la inmediatez continua para reintroducirlo en el universo físico
Decía que se había «matado» en lo invisible.
Esta imposibilidad no debe ser suprimida sino afirmada con toda la fuerza posible. La imagen es propiamente «lo prohibido» del decir. Por ello, si quiere conservarse la vieja y fundacional energía de esta imposibilidad, parece que no se puede ni leer en voz alta ni traducir en imágenes o en películas o en dibujos o bajo una forma teatral ningún libro que se haya escrito en el mundo. Se dice que tan solo habría una solución visual posible: consistiría en mostrar el libro mismo en la pantalla. Incluso esta solución es falaz. Debe ser rechazada. Porque el libro de ningún modo puede ser distinto de su lectura. Y las condiciones que supone la lectura de un libro no se corresponden en nada a las que requiere el espectáculo de una película. Retomando la frase que Gorgias pronunció en Atenas: lo que el ojo ve, la boca no puede pronunciarlo; lo que la boca pronuncia, la mano no puede tocarlo; lo que la mano coge y palpa, la nariz no puede sentirlo, etc. En otras palabras, las significaciones que las letras depositan por escrito son incomunicables con las representaciones que las imágenes disponen frente a nuestros ojos.
El lector y el espectador nunca serán el mismo hombre en el mismo momento, inclinado hacia adelante en la misma luz, descubriendo la misma página.
El lector nunca será un espectador. El espectador nunca será un lector.