"El dibujo es el lugar donde realmente se crean tus estructuras de futuro. Eso es lo que lo define y no la técnica utilizada. En realidad, el dibujo es un laboratorio, un espacio donde desarrollar ideas con inmediatez y verificar intuiciones sin ninguna presión de tiempo o de lugar" Jaume Plensa


jueves, 24 de abril de 2014

“Hace ya mucho tiempo, como unos dos mil años…”,

Un fino hilo une a los Hermanos Grimm con Alejandra Acosta, Isidro Ferrer o Max Ernst...  
Fernando Valls hizo una reseña de un libro titulado "Del Enebro" editado por la editorial Jekyll & Jill, de Zaragoza, que me llevó a descubrir el mundo fantástico y delicado de las ilustraciones y collages de Alejandra Acosta. Me dejé llevar por la trama fantástica del cuento que tan certeramente resume y por la destreza gráfica de Alejandra... os dejo aquí la poética reseña de Ainize Salaberri en Granite & Rainbow, el texto de Valls, un texto de otro grande de la ilustración Isidro Ferrer a propósito de esta obra, y links a otros trabajos de Alejandra Acosta


Ainize Salaberri comienza su reseña del texto de una forma imposible de abandonar:

En algún lugar del mundo, hay una casa hecha de calaveras. En el mismo lugar, en el fin del mundo quizás, hay un enebro cuyo fruto son huesos convertidos en dulces. Ese enebro, oloroso, tétrico, se sostiene con una historia macabra. El hedor es la sangre, es la rabia, es el dolor. El enebro es sombrío, sí, pero contiene una luz que, a quien mire, dejará ciego. Quizás sea la parte del mundo en la que siempre es Halloween, la misma en la que los muertos son los vivos en realidad. Huesos. Quién sabe. Podría ser que este lugar se llamase Transilvania. Pudiese, acaso, llamarse Poe. Cacerola. Es hermano gemelo de Ambrose Bierce, y tiene un toque de Stephen Crane. Tiene algo de Daphne du Maurier, también. Rima, canción.



Son los Grimm, Jacob y Wilhelm, esos hermanos traviesos e imaginativos que escribieron “Del enebro” como, me supongo, si les llevasen los demonios. Raíces. Es un libro que ha de leerse de noche, a la luz de un débil candil, con las ventanas abiertas. Pisos altos, mejor, nada de cabañas en medio del bosque. Debe leerse en un silencio sepulcral, en respeto a esas calaveras que convertirán ese insulso camino de piedras amarillas en una niñatada sin futuro. Debe leerse a un niño pequeño bajo una manta o una sábana. Debe leerse con los dientes sucios, después del chocolate, o podridos. Debe leerse junto a una leche agria y pasada en la mesilla de noche. Y, al contrario de lo que pudiese parecer, la oscuridad no será enemiga sino aliada. El verdadero terror se encuentra en el interior: un pájaro, una madrastra, un niño tan blanco como la nieve y tan rojo como la sangre. Este libro contiene vísceras, y amenaza con contener entrañas extrañas: las del lector. Beware!
Mundo oscuro, cruel y sombrío; malvado territorio habitado por personas, niños, niñas, condenados a la sangre, al desabotonarse la vida de la manera más trágica posible. Sin censura. Un mundo en blanco y negro, en blanco, negro y rojo, en realidad. Una historia que versa sobre el poder aniquilador y perturbador que anhida, cual pájaro en el enebro, en manos de avariciosos, envidiosos, malnacidos. “Del enebro” es la historia que debía, y debe, hacer temblar a los niños; con la presentación y la moraleja, elemento típicos de los cuentos y fábulas, no era apto para los infantes; el folclore alemán, recogido en el libro que contenía, precisamente, este relato sanguinario y brutal, escandalizaba. Esta versión, publicada por Jekyll & Jill, es la verdadera historia que los Grimm escribieron. Los editores han pretendido una vuelta al cuento original, en su forma y en su sentido. Y esta no es una adaptación suavizada del relato, apta para todos las sensibilidades sino el cuento crudo y sanguinario que una vez entretuviera a unos y escandalizara a otros.

Las ilustraciones de Alejandra Acosta, además, al más puro estilo de los grabados antiguos, son tan espectaculares que, por sí misma, podría contar la historia sin necesidad de letras. Capta a la perfección, como pocos ilustradores saben hacer, todlo mágico y macabro de una historia morbosa, brutal e increíble. El canibalismo, el parricidio, el misterio y el sadismo, amén de cientos de adjetivos lúgubres y tétricos más que no soy capaz de reproducir, quedan perfectamente delineados en las creaciones de Alejandra. Los hermanos Grimm pueden levantarse de sus tumbas bien a gusto y pasear, bastón en mano, esqueléticos y sonrientes, bombín en la cabeza, por entre las páginas de un libro que, desde luego, merece todo halago y todo premio existente.


Si los Grimm solo hubieran escrito un cuento, el titulado “Del enebro”, también formarían parte de la historia literaria. Ahora se cumplen doscientos de la publicación de sus Cuentos para la infancia y el hogar (1812), donde aparece recogido junto a “Hansel y Gretel”, “Caperucita roja”, “La bella durmiente” o “Pulgarcito”, por lo que la editorial Jekyll & Jill, de Zaragoza, lo ha celebrado con una hermosa edición bilingüe del relato, traducido por Jessica Aliaga Lavrijsen. Pocos libros he visto tratados con más amor y cuidado, pues tanto las ilustraciones como el prólogo del escritor Francisco Ferrer Lerín hacen suyo el texto, enriqueciéndolo desde su propio estilo y personalidad artística. Pero la exquisitez de la edición puede apreciarse en la belleza de sus detalles: así en la cuidada traducción del bajo alemán (Plattdeutsch) o en los múltiples rasgos presentes de la lengua oral en el texto, pero que fueron perdiéndose en sucesivas reediciones, a veces edulcoradas; la traducción, en el prólogo, de unos versos del Spill o Llibre de les dones, novela de finales de comienzos del XV, de Jaume Roig, encargada ex profeso al poeta y ensayista Antoni Marí; la sutileza y elegancia de las ilustraciones de la chilena Alejandra Acosta que juega con el blanco, el negro y el rojo, en unos dibujos y collages que nos proporcionan una lectura paralela y complementaria del texto; el punto de libro y la exquisita sorpresa final...

Pero siendo todo ello extraordinario, de apenas nada valdría si no estuviera al servicio de un cuento que se sigue leyendo hoy como si se tratara de nuestro contemporáneo, cosa que desde luego es. “Hace ya mucho tiempo, como unos dos mil años…”, comienza diciendo el relato. Lo que se narra es la historia de una mujer que no conseguía tener el hijo que tanto deseaba. Un día, mientras bordaba se pinchó un dedo, cayeron unas gotas de sangre en la nieve, y tuvo el presentimiento de que se había quedado embarazada. La madre moriría al dar a luz a un niño blanco como la nieve y colorado como la sangre.

El marido decide enterrarla bajo el enebro que hay frente a su casa y tiempo después se casa con otra mujer, con la que tiene una hija. La madrastra está tan obsesionada por defender los intereses de su descendiente que terminará por decapitar a su hijastro, ¡con la tapa de un arcón! Al morir, la hermana recoge los huesos y los entierra bajo el mismo enebro donde yace la madre del chico. El cuento no resulta menos evocador que simbólico. Así, de la bruma que rodea como una premonición al árbol nace súbitamente un fuego y, de éste, un pájaro de finas plumas, rojas y verdes, ligero como un espíritu, el cual emprenderá un viaje exculpatorio que redima a la familia de su sufrimiento, o al menos a quienes lamentaron la muerte del niño. El bellísimo canto del pájaro conseguirá, en su camino de redención, que le regalen una serie de prendas: tal es el papel que juegan en el cuento la cadena de oro, los zapatos rojos y la piedra de molino, objetos con los que, tras regresar el niño/pájaro a la casa familiar, obsequia a su padre y a su hermana, respectivamente, y castiga a la malvada madrastra, echándole encima la pesada piedra de molino.

Este es el argumento toscamente resumido por mí(Fernando Valls). Lo fascinante del cuento estriba en cómo se compagina el realismo y lo fantástico, junto a lo poético y lo simbólico (por ejemplo, el simbolismo del 3) e incluso lo macabro con lo humano, sin olvidarse de la naturaleza, los árboles y los animales, barajando los distintos elementos para crear belleza y espanto. El papel que desempeña el enebro, bajo el cual se hallan enterrados madre e hijo, o el canto del pájaro en la escena final (como ocurre con la canción cubana en Corazón tan blanco, de Javier Marías); cuya letra es repetida una y otra vez, como un leit motiv, para que todos sepamos qué ha ocurrido realmente, resultan elementos clave. Pero también el modo en que se explica la injusta conducta de la madrastra, dado que –se nos dice- está inspirada por el maligno, quien la tienta una y otra vez, sin que ella logre resistirse. O tras la decapitación del chico, la escenificación del niño sentado con la cabeza en su sitio, tratando de disimular el tajo con un pañuelo, para inculpar de ello a su hijita; o la escena en la que el padre se lo come estofado, degustando la carne, sin sospechar que se trata de su propio vástago, o el pájaro volando con la piedra de molino alrededor del cuello, forman parte de la mejor literatura de horror, y debieron de impresionar e influir profundamente en un pintor como Max Ernst.     
......
El final feliz, con la muerte de la madrastra, la resurrección del niño, redimido al fin su espíritu inocente, en una escena alegre que anticipa el futuro bienestar junto a su padre y hermana, quizá sea la contribución mayor a las convenciones burguesas de la época. Como todos los niños, leí a los Grimm durante mi infancia, pero habiéndome sorprendido entonces, ha sido ya de mayor cuando más he disfrutado con sus relatos. Muy cerca de mi casa, en Berlín, en el cementerio de San Matías, se hallan enterrados los Grimm, lo que ha contribuido a redoblar mi interés por su obra.





Seguimos con el Texto que preparó Isidro Ferrer para la presentación del libro Del enebro, que tuvo lugar el sábado 2 de junio de 2012 en la librería Cálamo de Zaragoza, extraído del blog de Alejandra

«Presento este pequeño libro que encierra un gran libro. Y es un gran libro porque está obrado con la sabiduría y el cuidado de los mejores ejemplos de edición. Contiene todas las partes necesarias e imprescindibles para que este artefacto sutil sea considerado un ejemplo de maestría y saber hacer. Un ejemplo de oficio.
Afirmo que es un libro grande porque está realizado con conocimiento de causa, y porque todas las partes que lo conforman son piezas imprescindibles de este caleidoscopio.


Comencemos desde el principio:
El libro se abre con una bellísima sobrecubierta compuesta con un refinado gusto estético y no una menos sabia composición tipográfica, donde la ilustración es parte esencial del entramado compositivo formando una cenefa que cumple una doble función: decorativa y narrativa.
La cubierta, desnuda de información nos sitúa en el relato presentando al personaje principal: el pájaro.
Doble guarda vegetal del color de las agujas del enebro. Desde la espesura del bosque nos adentramos en el libro apartando la hojarasca.
Portada, portadilla, créditos, índice, todo cumpliendo las partes de la composición clásica, y de una exquisita ejecución.
Fantástico y breve prólogo de Francisco Ferrer Lerín, escritor y experto ornitólogo, que apunta una interesantísima teoría que está por desarrollar y es la del «plagio a la inversa». Algo que acuñé hace unos años como «plagio por anticipación» cuando descubrí que el bueno de Bruno Munari había calcado una idea mía con más de 40 años de antelación.
Sigamos...
Llegamos a una parte esencial del libro y que nos da pistas de cómo ejercer de lectores de este cuento de los hermanos Grimm.


Las notas de la traducción:
La traducción, que es una suerte de reescritura y una parte fundamental de todos aquellos libros que son escritos en otra lengua y que deben pasar por este terreno de la aproximación para poder ser degustados. La traducción nos muestra el camino para poder comprender algunas partes esenciales en la construcción literaria del texto.
En la página 25 entramos en el cuerpo central del libro.
El texto está compuesto en Garamond del cuerpo 12 con un interlineado del 16 en caja centrada de 72 mm.
El texto viene acompañado de ilustración  a una, dos o tres tintas en función de la necesidad, a página completa o a doble página.


Las ilustraciones son de una sutileza y una maestría difícilmente superables. Su autora, Alejandra Acosta, es una ilustradora de recursos variables. Una ilustradora con solo siete años de ejercicio pero con más de una docena de libros sabiamente iluminados.
Ella misma dice que está en periodo de búsqueda y que el estilo, de llegar, llegará en su momento. No hay nada más sabio en esta profesión que poner obstáculos a la facilidad de la mano para repetir los gestos automáticos y adentrarse en la incómoda pero feliz búsqueda del tono, de la voz apropiada a cada texto.
Alejandra dice de si misma que vive con un pájaro que le cuenta historias... y que a veces ella las dibuja. Me gustaría conocer a este pájaro que nutre la cabeza de Alejandra de imágenes poéticas. Y que le susurra al oído los caminos por los que poner a caminar los dedos. Ella misma se dibuja con cabeza de pájaro, así que desconfío que el pájaro del que habla no sea otro que ella misma dispuesta a volar en cadas instante.
En una entrevista, ella misma dice que cuando ilustra no trabaja a partir de las palabras, sino a partir de la sensaciones que esas palabras le aportan, que se empeña en configurar una entramada poética alrededor de esas palabras.
Dice Clarice Linspector que «las palabras no tienen nada que ver con las sensaciones. Las palabras son piedras duras y las sensaciones son delicadas, fugaces, extremas».
Creo que esta forma de trabajar con las sensaciones de Alejandra le conducen al acierto de encontrar siempre el tono adecuado, el tono que corresponde a cada texto.
Las ilustraciones de este libro tienen un tono particular, un tono silencioso, misterioso, dulce y aterrador. Un tono que proviene de la renuncia, de un deseo expreso de no demostrar las habilidades del ilustrador sino de adecuar la voz gráfica a la voz de las palabras impresas para que la sintonía resultante sea una sinfonía armónica, sin estridencias ni recursos superfluos.
Las ilustraciones de Alejandra llegan allí donde el texto no puede entrar, señalando el camino de lo sensacional, la puerta abierta a las sensaciones.
Cuánto se puede decir con tan poco, y de una manera tan callada. Poco más se puede añadir.


Pero no termina aquí Del Enebro, continúa con el texto original en Plattdeutsch con una tipografía gótica negra de época, manteniendo el ancho y largo de la caja pero suprimiendo el espacio entre los puntos y aparte por un símbolo de párrafo en color rojo.
El libro se cierra con un colofón. Un colofón que cumple todas las obligaciones del colofón y que sirve de remate perfecto.
Hasta aquí sería un gran libro, pero ahora entramos en el terreno de la sorpresa, para hacer de esta edición un auténtico regalo para los sentidos. Y junto a una deliciosa y perturbadora postal en donde los autores forman parte del relato, encontramos un precioso taumatropo en el que el pájaro pone a latir su corazón delante de la mirada asombrada del manipulador.
Del Enebro celebra y recupera estos maravillosos oficios ejecutados con la mayor exquisitez y sabiduría. El oficio del escritor, el oficio del editor, el oficio del traductor, el oficio del impresor, el oficio de la ilustradora.
Solo encuentra una pequeña ausencia... el olor del enebro».

Aquí, Isidro Ferrer saca de su bolsillo una pieza de madera pulida, una rodaja de tronco de enebro, que ofrece a los asistentes para que la toquen y la huelan. Poco después se la regala a la ilustradora Alejandra Acosta. En estos momentos descansa sobre una repisa, acompañada de otros objetos curiosos y extraños, en su estudio de Santiago de Chile.

Alejandra Acosta


En este mismo hilo se enhebran otros hilos como los cuentos de Poe y "El club de los parricidas" de Ambrose Bierce como señalara A. Salaberri, también H.P. Lovecraft, que en 1945 escribió la novela "El que acecha en el umbral" rememorando la vida de su amigo Bierce. A su vez Luis Borrás introduciéndonos en la novela Bierce, cuelga otros hilos que nos llevarían ya muy lejos... de los que dejo este botón:

(...Bierce es el protagonista de “Gringo Viejo” la novela de Carlos Fuentes publicada en 1985 y que cuenta la historia de un escritor y columnista estadounidense que, cumplidos los setenta años, lo abandona todo y cruza la frontera mexicana para unirse a las tropas de Pancho Villa. Historia que se convirtió en algo más que una novela de éxito al ser llevada al cine por Luis Puenzo en 1989 y en la que Gregory Peck interpretó a ese “Old Gringo”. Pero con independencia de la versión de esa novela y su película lo cierto es que Bierce se unió voluntariamente a esa revolución para vivir así el último episodio de su vida. Decisión que él mismo explicó por carta a un familiar antes de partir rumbo a México: “Si oyes que he sido fusilado junto a un muro de piedra mexicano, por favor, entiende que esa es una buena manera de morir. Supera a la ancianidad, a la enfermedad o a una caída por las escaleras de la bodega. Ser gringo en México ¡eso es eutanasia!”...)




Me envía un comentario Francisco Estévez sobre una reseña que escribió en su día sobre El Enebro, dejo el link, para los que gustan de miradas poliédricas, matices de talla fina y gusto por lo variado de la conversación frente a las disertación...
Publicado en: